lunes, 11 de febrero de 2013

¿Hacia donde va la Semana Santa?

Me estreno, muy agradecido por la invitación personal que me hizo uno de los hacedores de esta formidable iniciativa que es la web de AlcaláCofrade, como colaborador en esta sección. He de reconocer que cuando he visto la talla de los demás colaboradores me han entrado unos nervios...Me uno a lo que escribe José Diego, en absoluto deseo sentar cátedra ni comentarios absolutos. Si esa idea se transmite, pido disculpas de antemano. En fin, vamos allá pero siempre con la ilusión y entusiasmo de animar y construir.
A menudo sale a la palestra el eterno debate. ¿Hacia dónde va la Semana Santa de Alcalá? ¿son necesarias más cofradías? ¿hay un estancamiento? Por mi parte, suelo partir de lo mismo. Alcalá en 1930 era una abúlica ciudad, cabecera de una comarca especializada en el abastecimiento agrícola de la Villa y Corte y en la función cuartelaria y penitenciaria, con no más de 15.000 habitantes mientras que cualquier capital de provincia del estilo de Ciudad Real, actualmente con una intensa vida cofrade, ya se movía en esa época en torno a los 30.000 habitantes. Cuidado, era casi el doble. En 1950, Alcalá apenas superaba los 15.000 habitantes de derecho (un año antes, en 1949, tenía 5.700 habitantes más) y una capital mediana superaba, por término medio, los 45.000 y 50.000 habitantes. Ciudad Real tenía unos 20.000 habitantes más. Una Salamanca, un León o un Albacete solía estar en torno a los 70.000 habitantes en ese año; una considerable ventaja que se notaba ya en el ambiente cofrade de las ciudades. Es una masa social enorme en una época de gran arraigo a la ciudad: las peores posibilidades de comunicación masiva con el exterior, la inexistencia de áreas metropolitanas que debilitaban la esencia de una ciudad como Alcalá, eclipsada por Madrid fueron condicionantes a tener en cuenta por qué Alcalá no tiene un ambiente cofrade como esas urbes. Por si fuera poco, esas capitales de provincia empezaron a recibir, en épocas en la que los diarios locales y provinciales ya tenían un gran poder de cohesión social y el apoyo institucional era potente, contingentes migratorios de la propia provincia, es decir, gentes que conocían la ciudad, que era la ciudad de referencia de su propia provincia; se sentían en casa. En Alcalá, salvo unos pocos cientos provenientes de la comarca y de localidades guadalajareñas cercanas que sentían Alcalá como la ciudad de referencia, no sucedió este caso y se pobló de miles de españoles -es mi caso- que venían de lejos y apenas conocían el nombre y glorias de Alcalá. Hablamos de la caótica época del crecimiento vertiginoso entre 1970 y 1980, cuando el fenómeno metropolitano ya había afectado a Alcalá, convirtiéndola en ciudad dormitorio, con graves problemas estructurales, escasez de medios de comunicación locales salvo el Semanario Alcalá o nuestro querido Puerta Madrid. En consecuencia, una sociedad desarraigada y una población autóctona que muchas veces vivía de espaldas a los nuevos complutenses. Para éstos últimos, la vieja Alcalá era como una endogamia: grupos, familias, cofradías, una vida intramuros, "los de siempre, los de Alcalá de toda la vida". Ha habido cierta impermeabilidad entre Centro y Periferia. Una periferia que más miraba en lo cotidiano a la influyente Madrid y a los polígonos industriales de nuestra ciudad y un Centro que se aferraba a la herencia gloriosa del pasado esplendoroso. Esto, unido a la pérdida patrimonial, ha conllevado una escasez de cofradías. Afortunadamente, Alcalá recibió a la explosión desarrollista de los 60 con un sustrato cofrade suficiente para servir de estímulo en años sucesivos. A mi modo de ver, las 5 cofradías existentes en 1955 hacían ver a la nueva Alcalá que la Semana Santa existía, estaba viva aunque debilitada. Aunque a veces nos dejemos llevar por los sueños, en aquel entonces nada se podía hacer por enmendar las fatalidades del pasado. Sí o sí, la universidad se había marchado y había producido en la ciudad un fuerte descenso de población arraigada; las guerras contra la invasión francesa y civil entre españoles entre 1936 y 1939 habían arrasado con obras de arte e imaginería1; habían desaparecido cofradías; un redactado pero no nato proyecto de ensanche urbano de la ciudad hacia 1944 podría haber adelantado un crecimiento demográfico que influyera positivamente en la Semana Santa, o no. Y tantas muchas posibilidades e hipótesis oníricas. El modo de entender de las cofradías difiere, en ocasiones, del de las parroquias y a veces han surgido roces y tensiones. Las cofradías, salvo las Angustias y Medinaceli, tienen sede lógica en la almendra central, donde viven unos 6.000 habitantes, y 200.000 habitantes vivimos fuera del casco histórico donde las cofradías apenas tienen relevancia y visibilidad. Desde mi punto de vista, también puede ser que la sociedad eche en falta una más visible labor caritativa y social por parte de las hermandades para ser vistas como algo más simpático en donde poder involucrarse y participar, aunque la labor benéfica ya se haga, pero no parece conocerse demasiado. Muchas veces trascienden al ciudadano los problemas internos, luchas de poder, insultos en los foros y esto hace un flaco favor a la Semana Santa y a las hermandades, insisto, desde mi opinión. La promoción turística es escasa por parte de la Comunidad de Madrid, la cual tiene un formidable trampolín que es TeleMadrid. Tampoco la prensa diaria madrileña se hace eco de nuestra Semana Santa. Con todo y con ello, "ahí queó" la espectacular "levantá" de nuestra Semana Santa a mediados de los 80, recordando cómo no la labor de Macías. A lo largo de esta "chicotá" que viene durando cerca de tres décadas, la Semana Santa ha alcanzado un nivel muy digno, con la encomiable labor de la gente buena que trabaja dentro de las hermandades y cofradías, en un "costero" cortito pero decidido en el que las hermandades han crecido en número de hermanos, pasos, imaginería...Con todo, Alcalá es una ciudad singular dentro del área metropolitana formada por una gran metrópoli que todo lo engulle y una constelación de grandes localidades residenciales en la órbita de la capital. A pesar de ello, Alcalá logra tener casi 9 hermandades penitenciales y un número no desdeñable de pasos. El sustrato inicial de las 5 cofradías, una población “autóctona” de unos 20.000 habitantes que pudieron hacer de tampón frente al riesgo de una impersonalización provocada por un crecimiento vertiginoso, multitud de templos y tallas, un casco histórico hermoso y con poder de generar atracción gravitatoria sobre los barrios periféricos y una ciudad que ha enamorado a miles de los que llegamos a ella y ha metabolizado la diversidad regional de España para generar una Semana Santa extraña pero rica por lo ecléctica son clave de la razonablemente buena salud de que goza esta manifestación religiosa y cultural; son numerosos los foros especializados en Semana Santa complutense y la prensa alcalaína se implica bastante en esta cuestión. Quizá un espacio semanal en la prensa de Alcalá dedicado al mundo cofrade y la labor que desempeña a lo largo del año divulgaría lo bueno y honorable, que es mucho, de las hermandades. Un análisis que hago del número de cofrades que aparece cada año en Diario de Alcalá y Puerta de Madrid revela un estancamiento. ¿Hemos llegado al cénit? ¿la capacidad de carga de una ciudad como Alcalá en este sentido ha llegado al límite? ¿hay, acaso, un "nicho ecológico" en los barrios extramuros que puede ser el futuro de la Semana Santa de Alcalá?