miércoles, 7 de noviembre de 2018

La Semana Santa de Alcalá de Henares también es importante


Reconozco que fui una de las miles de personas que nos agolpábamos a lo largo del eje Plaza de Cervantes-Calle Mayor-Plaza de los Santos Niños para contemplar la 8ª Marcha Zombie de nuestra ciudad, el pasado miércoles 31 de octubre a partir de las 21:30. Reconozco también que hace años me consideraba enemigo de la tradición "yankee" de Halloween pero tampoco hacía por mantener o recuperar tradiciones más nuestras. Con el paso del tiempo, viajando y leyendo he visto que mi idioma castellano es una evolución de un latín influido por muchas otras lenguas; que hay gaitas de fuelle o rabeles a lo largo y ancho del Viejo Mundo; que la dulzaina de mi tierra castellana tiene parientes muy próximas en Cataluña y el Reino de Valencia; que los refranes y dichos populares son muy parecidos en distintas provincias; que los villancicos tan sólo sufren ligeras variaciones según pueblos o comarcas o regiones; que hay cantes y bailes en Andalucía bastante parecidos a las jotas castellanas; que el clarinete, sustituto de otros instrumentos de viento más antiguos, no puede faltar en el folclore tradicional de Cantabria acompañándose del tamboril; que la tradición del Belén es importada; que el edificio del Círculo de Contribuyentes sustituyó a edificios anteriores de la manzana fundacional cisneriana o que la Catedral-Magistral se levantó gracias a que se demolieron templos anteriores de época medieval... He trascendido a la inmutabilidad de las cosas, que las tradiciones se pierden al mismo tiempo que otras surgen y se consolidan gracias al apoyo ciudadano y que las ideas fluyen por el espacio al mismo tiempo que sufren variaciones locales. Desde luego, como cristiano, me da pena que se altere o se pierda el sentido espiritual de la víspera de la Noche de Difuntos. Pero tampoco se puede olvidar que en la España anterior al catolicismo había manifestaciones paganas emparentadas a Halloween o que, como leí hace unos años en Nueva Alcarria, era tradición en algunos pueblos alcarreños que se colocaran gachas dulces en las rendijas de puertas y ventanas para que no entraran los espíritus en las casas, a los que se pretendía ahuyentar colocando calabazas en cuyo interior se colocaban velas.

El caso es que me considero imperfecto e incoherente: católico que a la vez pasaba un rato agradable viendo a la gente "de buen rollo" disfrutando de ese desfile de disfraces. Incoherente también porque estas fiestas comerciales animan al consumo masivo de objetos de plástico, a una producción de materiales que se aleja de lo sostenible en un momento crítico para un planeta que está colapsando su capacidad de carga, un planeta gravemente afectado por el peligroso Cambio Climático.

Apostado en la confluencia de la plaza de Cervantes con la calle Mayor me percato de algo poco usual para lo que es la organización de eventos públicos en Alcalá: vallas en el recorrido de la Marcha Zombie y que ordenaban estupendamente la colocación del público espectador; hice dos fotos y se las mandé a mi amigo administrador de Alcalá Cofrade con el texto "Ojalá también se viera este decoro de las vallas en las procesiones más importantes de la Semana Santa de Alcalá". Mi amigo las colgó en las redes sociales y me animó a escribir sobre ello.


Pues sí, no me cabe la menor duda de que alrededor del 1 de noviembre vamos a tener otro polo festivo-cultural de importancia capital para la ciudad. Por un lado, Don Juan en Alcalá que es de Interés Nacional y por el otro tenemos la creciente programación cultural que ha surgido al paraguas de la Marcha Zombie como elemento articulador, cuyo interés se incrementa con la involucración vecinal indiscutible y de numerosas entidades ciudadanas. Hay que reconocer el tesón y dedicación de los promotores de esta tradición de nuevo cuño; igual que ellos la están impulsando, por otro lado estamos dejando perder tradiciones alcalaínas y castellanas como el Hornazo de Pascua (afortunadamente recuperado este año por unos pocos apasionados de nuestras cosas como son los miembros de Asociación de Vecinos del Val o de Hijos y Amigos de Alcalá, estos últimos empeñados en mantener vivo el folclore y tradiciones complutenses como la Higuera de Santa Lucía o el Concierto de villancicos tradicionales en las Catalinas), el Jueves Lardero, la colocación de peleles en Carnaval en los barrios de Alcalá, San Antón y la Candelaria en otros barrios, las Rondas de Navidad, el uso de la dulzaina y el tamboril en los desfiles de Gigantes y Cabezudos y otras fiestas...En cierto modo, todos somos responsables en que se pierdan unas cosas o se ensalcen otras. Ahí está el Obispado de Alcalá, luchando por la visibilización del "Hollywins" como alternativa a Halloween pero con un seguimiento popular que muestra claramente la tendencia social, cada vez más alejada de la espiritualidad y cercana a la cultura de la diversión y el consumo.

Pero la Semana Santa Complutense también es de Interés Turístico aunque Regional, está impulsada por una decena de hermandades penitenciales compuestas por unos tres mil cofrades o hermanos que un día llegaron a ser cinco mil. A nivel regional, la Semana Santa de Madrid no tiene cifras mucho mayores (una quincena de hermandades) y la Semana Santa de San Lorenzo del Escorial, con 7 hermandades sigue a la complutense; el resto de localidades se mueven en cifras mucho menores, aunque sean poblaciones de más de 100.000 habitantes. La cosa no es baladí y hay que poner mimo en el decoro estético y organizativo de nuestra semana de pasión. No olvidemos la labor social y de caridad que llevan a cabo las hermandades, la cantidad de público que arrastran desde el Viernes de Dolores hasta el Domingo de Resurrección y el incremento del patrimonio artístico de la ciudad con la incorporación de nuevas y valiosas tallas, orfebrería...; desde el concejo complutense creo que debe ayudarse a esta tradición aunque, en términos geológicos o históricos, sea una tradición reciente. 

En nuestra mano está que la Semana Santa se haga respetar por nuestros políticos y gestores. En la medida en que no les quede duda de que esta tradición es importante para un número importante de personas, no les quedará más remedio que invertir en medidas para su realce y decoro. En el momento en que la tendencia en el número de hermanos cofrades siga siendo decreciente, el apoyo institucional será directamente proporcional.

Pedro Manuel García Carvajal